Con carencias, pero se resisten al hambre

domingo, 24 de abril de 2011

En al menos 156 municipios de Oaxaca, la gente consume nutrientes 3 veces por semana


(Foto: )



JUCHITÁN
Sobre la desvencijada mesa de madera, donde comen los integrantes de la familia Morales Dorantes, escasean los trastes y por esa razón, tortilla en mano, todos le dan la vuelta a un solitario plato con salsa de tomate y chile, y al sartén de donde rápidamente desaparecen dos pequeños pescados.

Parados sobre el piso de tierra, porque no tienen suficientes sillas, y bajo una enramada hecha con palmas de coco, los Morales rematan el desayuno con algo de café, con agua de pozo, hervido en el fogón que con rapidez consume la leña. Después las mujeres se sientan a bordar y los hombres regresan al campo, mientras los niños se entretienen con los perros y las gallinas.

Así, entre carencias, pobreza y desempleo transcurre la monótona vida en Santa Rosa de Lima, una comunidad de indígenas zapotecos del municipio de San Blas Atempa, a unos 300 kilómetros al sur de la capital de Oaxaca, donde las familias resienten la especulación de los precios de los productos básicos por parte de las empresas transnacionales, así como la escasez del maíz, el frijol y el arroz.

“Aquí todos los días necesitamos de mucha fuerza para sobrevivir”, confesó entristecido don Marcelino Morales Cortés, un hombre que cada que sale el sol pelea para sacarle una tonelada de maíz a una hectárea de tierra reseca, cuando el temporal es generoso. “No hay dinero y el kilo de tortilla ya subió a 12 pesos”, terció su esposa, doña Célida Dorantes Crispín, con quien procreó cinco hijos que apenas terminaron el tercer grado de primaria.

La pobre alimentación que registra la familia Morales Dorantes es similar a la de seis de cada 10 oaxaqueños que viven en condiciones de deficiencia alimentaria, acusó el dirigente de la Unión Campesina Oaxaqueña (UCO), Jesús Romero López, quien advirtió que “la baja calidad de vida de la mayoría de los oaxaqueños es caldo de cultivo para el levantamiento armado o para la delincuencia organizada”.

De los 570 municipios con que cuenta la entidad, en 156 de ellos, que están ubicados en las regiones de la sierra sur, la sierra norte, la cañada y la mixteca, así como en los cinturones de miseria de las ciudades urbanas como la capital, Tuxtepec, Salina Cruz y Juchitán, la comida instantánea ha sustituido la dieta del maíz y del frijol. “En esas localidades hay un alto déficit alimentario”, añadió Romero López.
Bajo consumo de nutrientes
Según estudios del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en esos 156 municipios la gente consume nutrientes en un promedio de tres días por semana. La deficiencia alimentaria en la entidad ha provocado el incremento de enfermedades, la desnutrición infantil y la deserción escolar.

Recientemente, diversas organizaciones campesinas salieron a las calles de la capital para exigir que el gobierno de Gabino Cué otorgue en 2012 un incremento sustancial al presupuesto del campo, expusieron que “la gente puede vivir sin techo y sin ropa, pero no puede aguantarse el hambre y no puede vivir sin una buena alimentación”.

Las autoridades deben tener cuidado porque la deficiencia alimentaria es un caldo de cultivo para el estallido social e incluso armado, pero también facilita la incorporación de miles de jóvenes a la delincuencia organizada, advirtió el ex diputado local del PRD, Jesús Romero López.

Causa multifactorial
De acuerdo con las apreciaciones de los líderes agrupados en el Frente Campesino de Oaxaca, la situación de riesgo alimentario en que viven miles de indígenas oaxaqueños tiene su origen en la pérdida del poder adquisitivo, en la escasez de la producción alimentaria, en el aumento de los precios de los productos básicos y en la especulación de granos por parte de empresas transnacionales.

Anualmente, reconoció el secretario de Desarrollo Agropecuario del gobierno aliancista, Salomón Jara Cruz, Oaxaca importa poco más de 50 mil toneladas de maíz para nivelar el déficit en la producción maicera de la entidad.

Tan sólo en la región del Istmo de Tehuantepec, una de las pocas regiones de la entidad con amplia vocación agropecuaria, en cada hectárea los campesinos sólo obtienen poco menos de una tonelada, debido a que siembran rudimentariamente y sin los paquetes tecnológicos.

“En el módulo 12 del distrito de riego 019, donde participamos 500 productores de maíz, sólo contamos con un tractor y así no se puede producir mucho”, comentó el representante del módulo, Valentín Toledo, quien denunció que los paquetes tecnológicos están muy lejos de los campesinos debido a sus precios elevados.
Para enfrentar la deficiencia alimentaria que se enseñorea en 156 municipios de la entidad, el gobierno de Oaxaca anunció la creación del programa Fondo maíz, que funcionaría a partir del año entrante y con las características de una banca de desarrollo.

“No creemos que eso funcione porque el modelo bancario sólo favorecerá a la élite de los productores que cuentan con solvencia económica, como ocurre con los recursos del programa Alianza para el campo, que no llega a los campesinos pobres, sino que se queda en manos de los proveedores”, detalló Romero López.
Más producción y mayor subsidio

Las organizaciones campesinas de Oaxaca, entre ellas la UCO, propusieron la asignación de 100 millones de pesos adicionales, que serían destinados a un programa alimentario mediante paquetes para la siembra de traspatio de maíz, frijol y hortalizas, así como la producción de aves de corral para producir huevo y carne.
También se propuso, añadió Romero, que el gobierno de Oaxaca eleve a dos mil millones de pesos el presupuesto destinado al campo, a fin de subsidiar con mil 100 pesos a cada productor de maíz en la entidad.
“Si nadie hace nada todos tendremos responsabilidad en la generación de estallidos sociales o el desplazamiento de los jóvenes hacia la delincuencia organizada, porque nadie puede vivir con el estómago vacío”, dijo.

“La vida está dura, no se puede vivir así y yo, la verdad, no quiero abandonar a mi familia para irme a trabajar de albañil en Huatulco, porque no quiero dejar sola a mi familia”, sentenció Marcelino Morales Cortés, mientras su esposa e hija se preparan frente al bastidor para reiniciar el bordado de un traje regional, que tarda en confeccionar alrededor de tres meses y por el que recibe seis mil pesos.

“No creas que gano todo eso eh. También de ahí sale para el hilo que en menos de un año subió más del doble. Antes, cada rollo de hilo para bordar costaba nueve pesos y ahorita ya vale 21 pesos”, explicó doña Célida Dorantes, quien vive en Santa Rosa, donde todas las mañanas algunas mujeres tratan de ganarse la vida vendiendo panes y tomates en una larga fila a un costado de la calle principal de la comunidad zapoteca, donde el hambre aprieta y empuja a la deserción escolar.

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