Álvaro Delgado.....
Al vergonzante pacto con el PRI, puesto al desnudo desde hace varios días pero confirmado apenas la semana pasada, el PAN suma un nuevo embuste. Fernando Gómez Mont renunció a un partido del cual no era militante…
Fue inscrito en el padrón panista de manera irregular y se le inventó una trayectoria en su expediente para justificar hacerlo consejero nacional. En la letra “G” del Registro Nacional de Miembros (RNM) del Partido Acción Nacional (PAN), que es el padrón de militantes que por ley debe registrarse ante el Instituto Federal Electoral (IFE), se agrupan apellidos de las familias insignes de esa organización septuagenaria: Gómez Morín, González Luna, Gómez del Campo, Gómez Mont...
Juan Manuel Gómez Morín Torres, hijo de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, encabeza a los militantes de las familias Gómez Morín Fuentes, Gómez Morín Martínez del Río y Gómez Morín Rivera, y junto a ellas aparece el clan de los Gómez del Campo, al que pertenece Margarita Zavala Gómez del Campo, consorte del “primer panista del país”, Felipe Calderón.
Entre los Gómez del Campo y los Gómez Morín, en el riguroso orden alfabético del padrón interno, se ubica a los Gómez Mont Urueta, cuya familia cuenta con seis militantes, cinco de ellos mujeres: María, María de la Esperanza Guadalupe, María de las Mercedes, María Guadalupe y María Teresa. Conforme al RNM del PAN a diciembre de 2007, cuando Germán Martínez sustituyó en la presidencia del PAN a Manuel Espino, el único hombre de la familia Gómez Mont Urueta registrado como militante era Felipe, que lleva el nombre de su padre, fundador de ese partido, católico devoto y prominente penalista fallecido en 1970.
Fernando Gómez Mont Urueta, quien se alejó de la vida partidista en 1996 –a partir de que sus correligionarios manifestaron su molestia por el hecho de que él fungía como asesor de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas–, nunca se reafilió al PAN y por eso no aparece en ese padrón registrado ante el IFE y vigente al menos hasta diciembre de 2007.
Sin embargo, medio año después, el 19 de agosto de 2008, Gómez Mont Urueta apareció, repentinamente, en la cúpula del PAN: Martínez lo invitó al CEN, en sustitución de Javier Corral, y ese mismo año, el 6 de diciembre, propuso su incorporación al Consejo Nacional, en relevo del difunto Juan Camilo Mouriño, a quien también remplazó en la Secretaría de Gobernación. Repentinamente, además, el nombre de Fernando Gómez Mont Urueta apareció en el RNM del PAN como miembro activo y con fecha de alta del 9 de septiembre de 2003, es decir, con cinco años tres meses de militancia. El inciso a) del artículo 45 de los Estatutos Generales dispone que para ser integrante del Consejo Nacional –máximo órgano de dirección del PAN– se requiere “ser miembro activo con militancia de por lo menos cinco años”, justamente la antigüedad que en diciembre de 2008 tenía Gómez Mont. De lo que no existe constancia en el PAN, según información extraoficial, es del cumplimiento de Gómez Mont Urueta del pago de sus cuotas como militante activo ni como servidor público de la Secretaría de Gobernación, como lo obligan los Estatutos Generales.
Consultado al respecto, Manuel Espino confirma que, en efecto, cuando él presidió el PAN, hasta diciembre de 2007, el secretario de Gobernación no estaba registrado en el RNM como militante activo, tal como se puede verificar en el IFE, y asegura que para ello Martínez alteró el padrón. “Germán Martínez, en un acto autoritario, inscribió a Gómez Mont en el padrón de miembros activos de manera irregular y le inventó una trayectoria en su expediente para justificar hacerlo consejero nacional.”
–¿Por eso calificó usted de montaje la renuncia de Gómez Mont al PAN? –Por supuesto. ¿A qué renunció si no era militante del PAN? Eso fue una faramalla para engañar a los panistas, para engañar a los priistas y para engañar a la sociedad.
Y es que la renuncia de Gómez Mont a una militancia que le “inventó” Martínez, anunciada el 11 de febrero, cimbró a la clase política y generó toda suerte de especulaciones, tan contrastantes como su inminente renuncia a la Secretaría de Gobernación y su fortalecimiento como prospecto presidencial.
Pero, sobre todo, con la renuncia comenzaron a emerger mentiras tras mentiras en la turbia historia del pacto entre las cúpulas del PAN y del PRI para aumentar impuestos –el IVA, el ISR, los depósitos bancarios en efectivo– y los precios de los energéticos a cambio de que el primer partido se abstuviera de forjar alianzas con la izquierda. Extracto del reportaje principal que se publica en la edición 1740 de la revista Proceso, ya en circulación.