domingo, 16 de agosto de 2009

¿Y el Presidente? ¡Cantando “El rey” en Uruguay!

Ojo por ojo
Álvaro Cueva

Puedo entender perfectamente bien que Barack Obama mate una mosca con sus propias manos y que la noticia le dé la vuelta al mundo o que Nicolas Sarkozy sea un hit en internet con su colección de videos chistosos, pero no que Felipe Calderón vaya a Uruguay y se ponga a cantar “El rey”.

¿Por qué? Porque Estados Unidos y Francia son potencias que se pueden permitir arrebatos de color. México, no.

Ver a nuestro Presidente cantando en público es como un acto de cinismo. ¿Cómo es posible que don Felipe cante mientras el país está como está?

¿Qué le dio por cantar después de lo de Acteal, de lo de Hermosillo, de lo del agua, de lo de la refinería, de lo del turismo, de lo de la crisis y de lo de las elecciones?

Sí, el señor Calderón es un hombre de carne y hueso y tiene derecho a divertirse como cualquier ser humano, pero su condición es otra y entre verlo a él cantando con aquel niño de Uruguay y ver a Hugo Chávez haciendo más o menos lo mismo en Caracas, las únicas diferencias son el acento y el vestuario.

Tanta rabia da una escena como la otra. No puede ser. Y a las pruebas me remito:

¿Se acuerda usted de las apariciones públicas de George W. Bush después de los atentados terroristas de septiembre de 2001?

Había un cuidado muy especial en las cosas que este presidente hacía y decía, incluso en situaciones festivas como lo del pavo de Acción de Gracias o los mensajes de Navidad y Año Nuevo.

La razón era muy simple: Estados Unidos estaba en guerra y el señor Bush era la cabeza de aquel ejército que estaba derramando galones de sangre.

Ver a Felipe Calderón cantando al micrófono “pero sigo siendo el rey” junto a una nenita a miles de kilómetros de distancia es una imagen espantosa.

Y no, no es porque el señor Calderón cante afinado o desafinado, o porque el traje le haya quedado grande o pequeño, es porque se supone que estamos en guerra y ésa no es la actitud de un líder en combate.

Mucho menos la de un comandante que está mandado a la muerte a tantos hombres en tantos rincones del país. Es algo que no checa, que duele.

¿Estamos en guerra contra el crimen organizado o no? ¿Vamos a llegar hasta las últimas consecuencias en esta conflicto o no?

¡Caray! Yo me quedé en que El Dimas quería matar al Presidente, lo cual es tremendo. ¡Alguien quería matar al representante de nuestro Poder Ejecutivo! ¡Alguien nos quería dejar sin cabeza!

¿Y qué hace el Presidente? Se pone a cantar “El rey” como si nada de eso hubiera sido cierto.

Por eso luego la gente no le cree nada a la autoridad y uno se queda con la sensación de que la mayoría de la información que circula por los medios tradicionales es puro circo para tener aterrorizada a la población.

Un Presidente de un país con tantos problemas de tantos tipos que lleva años insistiendo en que su máxima prioridad es una guerra, no se puede permitir esta clase de comportamientos en público.

Si don Felipe tiene un karaoke en su casa y le gustan las canciones rancheras, perfecto, que goce cantándoselas a su familia y a sus amigos en privado, pero que no confunda a su gente haciéndolo en un evento donde hay civiles, cámaras y micrófonos. Se ve mal y hace mal.

Imagínese la cara de las viudas, de los huérfanos, de los secuestrados, de los torturados, de los desempleados, de los indígenas, de las familias de las muertas de Juárez y de los padres de los niños quemados.

¿Les vamos a cantar “El rey”? ¿En dónde? ¿En el zócalo de la Ciudad de México, en alguna plaza de Guadalajara o en una escuela de Uruguay?

En efecto, si uno revisa el video con detenimiento en medios como milenio.com no se va a encontrar con un numerazo como de reality show musical de domingo por la noche. Fue un incidente menor, una nota de color.

La bronca es que nosotros no somos Estados Unidos ni Francia, somos América Latina, somos México, y no nos podemos dar esta clase de lujos mientras no resolvamos nuestros problemas más elementales.

Urge que Felipe Calderón reflexione sobre el manejo de sus comunicaciones, sobre las palabras que usa y sobre la información no verbal que constantemente nos está mandando.

De lo contrario, terminará por confundir más a la gente, por decepcionar a más de un sector de la sociedad, por perder su guerra y por llegar a 2012 muy, pero muy mal. ¿A poco no?

¡Atrévase a opinar!
alvarocueva@milenio.com

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