lunes, 29 de junio de 2009

Digitalmente Hablando

Por Miguel Angel Vargas Q.

Durango, Dgo.- Claro que todos tuvimos la culpa. Todos actuamos irresponsablemente. El delito, dice el Derecho Penal Mexicano, es la acción u omisión. Muchos se hicieron pendejos. Otros se aliaron con la delincuencia organizada, y los pocos que actuamos fuimos señalado o marcados.

Y comento esto porque ya van tres personas que “se quejan” de los retenes y de lo “pesado” que es andar por la calles y encontrase por todos lados a los militares.

Les aseguro que ellos, los miembros de nuestro Glorioso Instituto Armado, también estaban muy agusto en sus cuarteles, cumpliendo con sus tareas de apoyo a la sociedad, y en el peor de los casos, participando en los Planes DN3 en los casos de emergencia por la presencia de fenómenos naturales como son los temblores, las inundaciones o los incendios forestales. En esta loable labor, no son arteramente asesinados como ha sucedió con decenas de ellos en el combate al crimen organizado.

Las familia de los militares (porque todos ellos las tienen), se han quedado solas para que los modernos “Juanes”, se la partan para detener a los delincuentes que envenenan a niños y jóvenes; a quienes secuestran y extorsionan; a los que piden cuotas para brindar protección; a los que introducen por toneladas la fayuca y las armas para la delincuencia organizada.

Ellos vienen cumpliendo órdenes. No están a lo largo y ancho del país, incluyendo el estado de Durango para disfrutar de un periodo vacacional. Los militares están aquí para servir a la sociedad.

Claro que es difícil acostumbrarse a estar de comprar en las grandes tiendas de autoservicio, y salir para encontrarse con un reten. Pero siempre preferiré eso a saber que cuando estaba comiendo en Paseo Durango, “levantaron” a un funcionario municipal, como ya ha sucedido, todo porque TODOS LO PERMITIMOS.

Y cuando digo TODOS, es porque Todos dejamos que esto creciera.

Le pongo algunos ejemplos:

1.- Poco o nada les importó a los diputados federales y estatales, de muchas legislaturas, aprobar los recursos realmente suficientes para que se prepararan nuestros cuerpos policiacos para PREVENIR la comisión de delitos. Si me lo permiten, les aseguraría que les valió madre.

2.- A los padres de familia, de varias generaciones atrás poco nos importó HABLAR CON NUESTROS hijos de los graves riesgos que conlleva el consumo de cualquier droga, y más aún, el aceptar reunirse con gente que se dedica a la venta y tráfico de drogas. No creo que lo hayan hecho más de tres padres de familia.

3.- A los políticos en el poder siempre les dio miedo hablar de estos temas, porque no fueron pocos los que recibieron el patrocinio, apadrinamiento, y hasta bendición de los “capos” para llegar a esos cargos públicos. Siempre se hicieron de la vista gorda. Ahora empezamos a pagar eso, y ellos también. No vayan a creer que los están “tumbando” por estar combatiendo al crimen organizado, sino porque empiezan a dejar de cumplir sus compromisos.

4.- El bajo salario de todos los policías, y la poca atención de los políticos en cargos públicos, permitió que poco a poco se fueran involucrando para tener “ingreso extras”. A partir del nacimiento del narcomenudeo, esos “extras” se convirtieron en miles de dólares que superaban 10 ó más veces, sus salarios. A sus jefes los tuvieron que “bañar” y por lo tanto se hicieron cómplices. Por eso muchos han caído ejecutados por sus “jefes extras”.

5.- El silencio que guardaron la mayoría de los medios de comunicación y los periodistas de México, fue un factor determinante para que los políticos en el poder aseguraran a propios y extraños que en sus respectivos territorios gobernados “no había inseguridad, muchos menos presencia del crimen organizado”.

7.- A muchos periodistas, sobre todo a las “vacas sagradas” de los “grandes” medios de la capital (que no es lo mismo que nacionales), les daba pena dar la “nota roja”, misma que ahora forma parte de su información general. Solo que el momento de la prevención de nos pasó también a los medios de comunicación, pero más a los periodistas que somos papás y hasta abuelos. Algunos de ellos, me lo han confesado, sufren en carne propia la impotencia para enfrentar las adicciones de sus hijos e hijas. Y por lo menos, dos de los que me lo confesaron, fueron de los que algún día nos dijeron “amarillistas” y “escandalosos”.

Y la lista de ejemplos podría ser interminable, pero baste los mencionados para darnos cuenta que los elementos de nuestro Glorioso Instituto Armado están aquí y en muchas ciudades de nuestro país, arriesgando su vida para combatir al crimen organizado, pero lo tienen que hacer ante la ausencia de actuación de los ciudadanos que dejamos crecer la corrupción, la impunidad, y la complicidad de los principales órganos de gobiernos en los renglones de procuración de justicia, administración de justicia, y “rehabilitación de delincuentes”.

Así que tendremos que acostumbrar a cohabitar con los militares mientras nos decidimos cuándo actuaremos como sociedad afectada pero con capacidad para enfrentar al crimen organizado.

Durango, México. Junio 28 del 2009

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